jueves, 4 de abril de 2013

Rendimiento Escolar.


 Es natural que deseemos para nuestros hijos un buen rendimiento escolar, mediante el estudio, el objetivo del cual es preparación para la vida, desarrollo de habilidades del pensamiento, cultura personal, con ideas propias que son fruto de estructurar lo que se ha aprendido o sabiduría. Es por esto que reflexionaremos sobre algunos aspectos prácticos para intentar no cometer errores, que puedan conducir al fracaso escolar, con el peligro de malograr las posibilidades de aprender de los niños y jóvenes.
  1. Estimular la voluntad por el estudio: Se ha visto, últimamente, la necesidad de incluir en las escuelas ayudas de conferencias de formación para padres, sobre la necesidad de educar la voluntad de los niños mediante la creación de hábitos. Quizás se había hecho evidente un cambio en la educación: del autoritarismo y la rigidez se ha pasado a la ausencia de límites, a la comodidad y a la condescendencia en el dejar hacer. Por lo tanto, conviene buscar un término medio: vivir los horarios para el estudio y la disciplina y, padres y educadores,establecer unas pautas que se tienen que hacer cumplir con la suficiente ascendencia moral, consecuencia del prestigio y del testimonio personal de los que tienen la responsabilidad de enseñar.
  2. Valorar el esfuerzo, más que las calificaciones: En un mundo dónde sólo se valora la eficacia y sobre todo los resultados, los padres tenemos el riesgo de hacer lo mismo con las calificaciones de los niños. Ahora, que pasaremos del ''progresa adecuadamente'' a las clásicas notas, deberemos vigilar, todavía con más intensidad, para no obsesionarnos con las calificaciones, sino valorar el esfuerzo que hace nuestro hijo o hija. Es evidente que, si sólo nos alegráramos por las buenas notas, podríamos dejar de lado aquel pequeño que, con más dificultad para el aprendizaje, necesita más tiempo para aprender y, por lo tanto, más atención por parte de profesores y familia. También podría resultar, que un hijo o hija con más facilidad para estudiar, resultara un perezoso.
  3. Estudiando se aprende a estudiar: Enseñar a estudiar y hacer que las criaturas y jóvenes tengan curiosidad intelectual y una instrucción o unos conocimientos, no para saberlo todo como una enciclopedia, sino para adquirir una cultura propia de la persona que piensa, reflexiona, asimila y se prepara para la vida. El objetivo no será que nuestros jóvenes sean las personas más brillantes en las profesiones que a nosotros nos gustarían, sino que la instrucción que hayan asimilado sea el fundamento para el puesto de trabajo que ocuparán el día de mañana, y que el trabajo es el medio para la mejora personal y un servicio a la sociedad. Me parece que es bueno, por ejemplo, explicar a los jóvenes que deben integrarse en el mundo laboral que el día en que les ofrezcan un trabajo digan que sí, y al día siguiente lo aprendan a hacer. Es mejor no rehusar a nada cuando uno empieza una vida de trabajo, tanto por la experiencia como por el aprendizaje que supone.
  4. Facilitar la concentración: procurar un espacio en el hogar adecuado para el estudio de nuestros hijos e hijas. Sin música, sin ruidos, con buena iluminación. Cada hijo es diferente, por lo tanto tenemos que conocer quien se concentra durante más rato o más deprisa, o quien necesita descansar del estudio más a menudo y volver a empezar. Debemos de ayudar a que controlen la imaginación, no los podemos interrumpir en cada momento, para no dispersarlos, y lo que sí podemos hacer es preguntarles cuando hayan finalizado el tiempo de estudio; de esta forma podemos saber sí han aprendido a resumir y sintetizar y si han reflexionado sobre lo que han estudiado.

Psicopedagoga en el Aula.



El que la psicopedagoga pueda observar al alumno en su propia sala de clases puede hacer una gran diferencia a la hora de diagnosticar y tratar problemas de aprendizaje.
Fotografía a color del interior de una sala de clases, los niños se distribuyen en mesas con grupos de cuatro integrantes, se distinguen dos gruposDentro de la sala de clases es donde mejor se puede observar la realidad del niño o niña, por esto la tendencia es que los psicopedagogos tengan la oportunidad de pasar algunas horas observando pasivamente al curso, determinando así con mayor exactitud el tipo de problema que presentan los alumnos y su gravedad.
Varios colegios particulares han adoptado la política de que, al recibir la alerta de un profesor sobre un niño o niña que parece presentar síntomas de déficit atencional, hiperkinesis u otros problemas de aprendizaje o afectivos, sociales y comunicacionales, se derive a la psicopedagoga encargada. Esta, en vez de citar al niño en una oficina, aislándolo de su ambiente y sus pares, visitará la sala del alumno en cuestión y podrá observar cómo interactúa con sus compañeros, con el profesor y podrá  hacer un diagnóstico más acotado.
Uno de los colegios que ha desarrollado esta experiencia, con gran éxito, es el Lincon. La psicopedagoga de ese establecimiento, Michelle Grinstein, advierte que el tratamiento mismo no se hace en la sala de clases, ni siquiera en el colegio, ya que los recursos del mismo no dan para una terapia compleja. Lo que hacen, entonces, es que una vez que la profesora o profesor jefe detecta un algún caso preocupante, como puede ser un alumno que muestre falta de atención o bajo rendimiento, se informa a la jefa de área. Esta traspasa el caso a la psicopedagoga para que sea evaluado. "Como parte de la evaluación, se debe hacer una observación dentro de la sala de clases. Luego la profesora jefe llena un informe de lo que ella ve en clases. La psicopedagoga le pasa al alumno ciertas pruebas específicas de acuerdo al problema. Después se cita a los padres y se deriva al menor al especialista que necesite", explica Michelle Grinstein.
El papel de la especialista dentro de la sala, es sólo de observación; y su permanencia dentro de la sala es variable. "La psicopedagoga se queda el tiempo que sea necesario". Esta "observadora", podría pensarse, incomoda tanto a alumnos como al profesorado, pero la experiencia del colegio Lincon indica que no es así, como comenta la psicopedagoga Grinstein: "Al principio los profesores pudieron sentirse algo incómodos, pero al poco tiempo se olvidan de uno y lo ven como un apoyo importante, que complementa su labor. Obviamente se deben respetar los espacios del docente. Uno está ahí para observar al niño y ver cómo apoyarlo en su proceso de aprendizaje".
Consultada la especialista sobre si el hecho de que haya una persona ajena a la clase afecta el sujeto de estudio, vale decir, que si por estar ahí la psicopedagoga los niños van a actuar distinto o el niño que se quiere ayudar va a tratar de disimular su comportamiento habitual, Michelle Grinstein respondió que depende el curso, pero que como los alumnos ya conocen a la psicopedagoga, no les influye mayormente.
Tanto en el Lincon como en otros colegios donde esta modalidad se ha implementado, como el San Ingnacio, El Golf, Saint George y los que usan el sistema Montessori, el éxito ha sido rotundo y bien aceptado por lo padres, quienes "están contentos de tener este apoyo". Los profesores, por su parte, se benefician con una visión distinta, con una observación que muchas veces ellos no logran hacer o no tienen el tiempo de hacerla.
Qué hace falta para que esta modalidad, la de la observación psicopedagógica en clases, sea más positiva: que los profesores entreguen toda la información sobre el alumno en cuestión, sobre lo que ve cada día en clases y antecedentes familiares que maneje.